Bajo esa blanca y pálida luz que nos escogió a nosotros
en el destello de un sentimiento que nosotros escogimos
con mil textos que escribimos volando sobre la orilla
y que se pierden en ese azul tan negro sobre nuestras cabezas
ha de volverse un sueño tan profundo jamás soñado
que desciende desde las profundidades de los mares
y nos envuelve con el sentimiento más que la razón.
Un eclipse debió apagarlo todo cubriendo la pálida luz
a la cual estuvimos atados por los siglos de los sueños.
Luchamos por corregir la luz que agonizaba allá arriba
y descubrimos que estábamos libres de ella y de todo lo demás
teniendo que aprender a unirnos por nuestra propia decisión
sin nada que garantice ese imán que une brazo con brazo.
El eclipse nos había dado libertad para escoger.
Volvimos a la playa en una de esas tardes de invierno
con los campos cubiertos de tierras blancas y frías
las cuales nos recordaban a nuestra niñez en el pasado.
Identificamos las luces que brillan en las noches descubiertas
y volvimos a ver nuestro símbolo de luz que un días nos correspondió.
Una constelación representando aquel tiempo anterior.
Recordamos la libertad de aquel eclipse y tuvimos que decidir.
Con la tempestad del mar que traen los vientos helados el norte
pactamos nuevamente unidos por decisión propia.
Esperamos en la orilla para que el mar una lo que un día un eclipse separó.
Bajo la blanca y pálida luz que nos escogió, nos escogimos nosotros.
Bajo la constelación en que dejamos nuestra huella
y sobre los campos de hielo que cubren nuestra historia.
Desafiamos la libertad del eclipse por última vez.
en el destello de un sentimiento que nosotros escogimos
con mil textos que escribimos volando sobre la orilla
y que se pierden en ese azul tan negro sobre nuestras cabezas
ha de volverse un sueño tan profundo jamás soñado
que desciende desde las profundidades de los mares
y nos envuelve con el sentimiento más que la razón.
Un eclipse debió apagarlo todo cubriendo la pálida luz
a la cual estuvimos atados por los siglos de los sueños.
Luchamos por corregir la luz que agonizaba allá arriba
y descubrimos que estábamos libres de ella y de todo lo demás
teniendo que aprender a unirnos por nuestra propia decisión
sin nada que garantice ese imán que une brazo con brazo.
El eclipse nos había dado libertad para escoger.
Volvimos a la playa en una de esas tardes de invierno
con los campos cubiertos de tierras blancas y frías
las cuales nos recordaban a nuestra niñez en el pasado.
Identificamos las luces que brillan en las noches descubiertas
y volvimos a ver nuestro símbolo de luz que un días nos correspondió.
Una constelación representando aquel tiempo anterior.
Recordamos la libertad de aquel eclipse y tuvimos que decidir.
Con la tempestad del mar que traen los vientos helados el norte
pactamos nuevamente unidos por decisión propia.
Esperamos en la orilla para que el mar una lo que un día un eclipse separó.
Bajo la blanca y pálida luz que nos escogió, nos escogimos nosotros.
Bajo la constelación en que dejamos nuestra huella
y sobre los campos de hielo que cubren nuestra historia.
Desafiamos la libertad del eclipse por última vez.
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