Tengo en mi
poder uno de los más grandes tesoros que pude haber recibido de una persona que
me gustaba, con quien cuya posibilidad de obtener algo más que aquellas fotos
tan valiosas era imposible...
Estuve una
semana pensando en cómo abordarle de una manera en que pudiera hablarle
naturalmente sin mostrar mi estado nervioso.
Cuando llegó
a mi casa se sentó en el sitial de siempre, a un costado de mí, con su abrigo
sobre las rodillas y la vista hacia el frente sin mirar nada específico.
Le miraba de
reojo, como solía hacer furtivamente esperando que nunca lo notara más de la
cuenta. Disfrutaba verle, como un deleite personal que satisfacía mi ansiedad
de querer algo de él.
Cuando tenía
oportunidad de hablarle me perdía un par de segundos en sus ojos, un período
corto, lo mínimo suficiente para grabar esa imagen en mi sin que él notara algo
extraño y continuar viéndole desde la imaginación.
A veces
lograba hacerle sonreír, y entonces lo miraba directamente a la cara,
disfrutando un poco más que sus ojos, y sentirme por un instante en pleno paraíso,
vaciando mi ansiedad completamente con aquella preciosa sonrisa que era solo
para mí.
Y me
embriagaba con su esencia, con su mirada de duda cuando levantaba la vista y su
sonrisa, volviéndome cada día que le veía más adicta a su presencia.
Comenzaba a
necesitarle cerca cada vez más.
Saqué mi
cámara fotográfica de su envoltorio y la dejé a la vista sobre la mesa.
Inmediatamente
comenzó a sentir interés por ella, enfocando su curiosidad en aquel objeto que
yo poseía y a través del cual yo había logrado cierta atención de su parte.
-"¿Te
puedo tomar una foto?" Le pregunté con cuidado sin pretender asustarle.
Me lanzó una
mirada indecisa y por un pequeño momento me perdí en esos ojos que yo quería
capturar por siempre para mi.
-"No te
preocupes, únicamente quiero tomarle fotos a tus ojos. Quiero realizar una
macro que abarca solo eso. No saldrá el resto de tu rostro."
Eso parecía
aliviarle un poco. Me temía que era la clase de persona que odiaba que le
tomaran fotos.
-"Está
bien." dudó, "¿qué debo hacer?"
-"Quédate
quieto. Acercaré el lente a tu ojo con una distancia de cuatro centímetros.
Evita moverte o pestañar. Debes quedarte lo más quieto posible. Mira hacia el frente.
Será un tiempo corto. Te diré un par de cosas, las cuales debes oír con
atención, y a medida de que las escuches, capturaré las fotos."
Me sentí
feliz de tener aquel momento que tanto había deseado. Al fin lo tenía
únicamente para lo que yo quería; capturarle para mí.
Le advertí
que para la sesión debía acercar más luz a su cara.
Tomé una
lámpara, levanté la pantalla y le iluminé la cara. Encandilado cerró los ojos e
hizo una mueca.
-"Lo
siento, trata de acostumbrarte a la luz, y aguanta un minuto. No mires
directamente la foto, enfoca la mirada por encima de él. Necesito que entre luz
a tus ojos."
Claramente
la luz revelaría todo lo que yo quería saber de él; aquellas emociones que
ocultaba tras una mirada que no revelaba nada. Cuanto deseaba descubrir ante la
luz que yo no le era indiferente.
Levantó la
vista hacia la pantalla oscura de la lámpara y yo me acerqué a él. Me senté a
su lado, acerqué el lente a sus ojos y lo giré, acercando la imagen en un zoom.
Lo veía tan
cerca desde la mirilla de la cámara que podía ver cada poro de su piel. Cada
bello de sus pestañas era entonces grande ante el lente macro de mi enorme
cámara.
-"Deja
la mirada quieta." Le dije y me obedeció.
Su ojo
estaba cerca, tan grande que abarcaba todo el área de la futura foto. Sus
pestañas largas y peinadas esperaban en una perfecta fila.
Tomé una
foto. La primera foto en estado normal. "Uno" contaba en mi mente.
Debía mantener un orden en los números para luego analizar cada foto en grande
desde mi computador.
-"Te
contaré tres cosas diferentes. En todas ellas debes mantenerte quieto y
aguardar la misma postura. No mires hacia otro lado."
Levemente
asintió sin perder el enfoque hacia el punto por el cual se había decidido.
-"Primero;
Imagínate que estás en tu casa junto a tu familia y hermanos. Imagina que tu
hermana menor va a tomarse un baño. Llena la tina de agua tibia, cierra la
puerta y no vuelven a saber de ella durante algunos minutos. El tiempo pasa, y
a medida que avanzan los minutos tu madre se molesta porque ya está demasiado
tiempo en el baño. Le grita por la puerta que se de prisa y espera otros
minutos. Finalmente decide entrar al baño porque ha pasado alrededor de una
hora." Tomé otra foto, van dos. "Tu madre abre el seguro desde afuera
y entra al baño enojada. Pero al entrar se escucha un grito alarmante de su
parte. Asustado vas a preguntarle que sucedió. Tu madre sale del baño con la
cara blanca y te dice entre susurros tartamuda que tu hermana ha muerto. Va a
buscar unas toallas, envuelve a la chica en ellas y le ayudas a retirar el
cuerpo de la tina. Tu hermana ya no vive, dejó el mundo con una mueca triste en
el rostro. Tu desesperación en ese momento aumenta." Otra foto, van tres.
"Y entonces comienzas a llorar." Otra foto, van cuatro.
Tres fotos
por historia serán suficientes para el análisis.
Retiro unos
centímetros la cámara y él ladea su rostro y me observa asustado.
-"¡No
te muevas! Te dije que solo serán pequeñas historias. Por favor olvida lo que
acabo de decir, ya está logrado. Ahora imagina pasteles rosas y gatos trepando
árboles para dejar esa espantosa imagen atrás.
Él sonrió
levemente.
Acerco mi
cámara nuevamente a la misma distancia anterior y verifico que los ojos están a
la misma posición anterior.
-"Ahora
imagina otra situación; Piensa en el diario trabajo, en tu escritorio, en tus
papeles aguardándote y en los números que sueles escribir en las planillas de
cálculo. Imagina que una columna de la planilla se va llenando de
números." Quinta foto. "Imagina que luego de treinta números eliges
el último cuadro y realizas la suma de todos los números que se encuentran en
la columna. Imagina que ese número aumenta en nueve dígitos en comparación con
los números anteriores. Es un número muy grande, pero la planilla
automáticamente lo ordenó con sus respectivos puntos, haciéndolo reconocible y
capaz de leerlo." Tomé otra foto, van seis fotos del mismo ojo.
"Ahora imagina que envías la planilla a la impresora e imprimes el cuadro
con los números." Va otra foto. "La impresora imprime una hoja. Te
levantas a tomar la hoja y te das cuenta que no era la que querías imprimir, y
esperas por la siguiente. Sale la siguiente hoja y ésta vez tampoco es la tuya.
Salen cinco hojas distintas hasta que aparece la tuya; el cuadro con la suma de
los treinta números. ¿Recuerdas cuantos dígitos tenía la suma del total?"
En aquel momento tomé la séptima foto. El experimento con la segunda historia
finalizó con éxito.
-"¿Cómo
te sientes? ¿Estuvo muy aburrido?" Bromeé y el esbozó una sonrisa sin
quitar su mirada hacia el punto comprometido. Inmediatamente proseguí a la
tercera historia antes que pasara demasiado tiempo para dejar de hacer efecto
mi experimento.
En aquel
momento su rostro estaba relajado y cómodo en modo de espera. Con la historia
anterior, varios músculos de su cara se habían tensado.
-"Continuemos
con la tercera historia. Recuerda que éstas solo son historias y son necesarias
para las fotos. Imagina una situación como ahora; estás sentado allí y yo estoy
en el sofá. Entonces me acerco a ti y te pregunto si deseas tomar un té. Voy a
la cocina a calentar el agua enchufando el hervidor. Regreso hacia ti y me
siento a tu lado. Te digo que debo decirte algo importante." Enfoqué la
cámara. "Tengo que confesarte que me gustas." Tomé la octava foto.
"No estaba muy segura de lo que tú sentías por mí pero que aquello no me
preocupaba. Me acerqué a tu rostro, coloqué mi mano bajo tu mentón y te acerqué
a mí." Novena foto. "Y entonces te mordí los labios. Creo que te
gustó. Dime, ¿Te gustó?" Rápidamente tomé la décima foto e hice una pausa
silenciosa.
Desconcertado
por aquella pregunta giró levemente hacia mí. Sentí el éxito rebosar mi
felicidad y enfoqué el lente hacia el nuevo ángulo que él me ofrecía; su ojo de
frente. Tomé una ráfaga de fotos de al menos siete fotos continuas.
Luego bajé
la cámara satisfecha, y algo nerviosa por expresar la última historia.
Me quedó
mirando en silencio con expresión de duda. Bajé el rostro enfocando mi atención
a la cámara y obligándome a actuar con naturalidad
-"¿Ves
que no fue tan difícil? Son solo historias, me ayudan a capturar los ojos junto
a sus pequeños cambios que van generando dichas historias."
Noté que los
músculos de su cara se habían tensado nuevamente y que su expresión seria
ocultaba algo de nerviosismo. Sonreí y me levanté camino a la cocina a buscar
el agua caliente y el té.
Tengo en mi
poder uno de los más grandes tesoros que pude haber recibido de una persona que
me gustaba, con quien cuya posibilidad de obtener algo más que aquellas fotos
tan íntimas, era imposible. Y digo íntimas porque aquellos ojos luego me
revelaron lo que yo quería saber; su corazón me correspondía y sus pupilas me
lo revelaban. Ante la gran pantalla de mi computador y la soledad que me
rodeaba analicé cada detalle y cambio producido por historias, enumerando las
fotos según su orden. En las últimas fotos expresaban algo especial que no se
explicar con palabras pero que sé perfectamente lo que significan. La primera
foto era como las miradas que dirigía hacia todo el mundo. Las tres siguientes
notaban atención y susto. Las tres siguientes volvían a expresar una mirada
normal. Las tres siguientes mostraban alerta, susto, interés, exaltación y
turbación. Continuaban fotos que expresaban un secreto revelado, la posibilidad
de algo. La posibilidad que yo en el fondo deseaba, pero a que a pesar de ese
deseo ansioso, evitaba que se realizara. Había cosas que no debían suceder.
Había gente que únicamente se podía disfrutar externamente y cuya imagen
deleita el alma y alimenta los sueños.
Así como
existían las flores, cuyos cultivos se destinaban únicamente a los floreros y a
la admiración de quienes disfrutaban de su belleza. Un hombre para un florero,
o una colección de hombres para un florero. La admiración hacia un ramo de
flores en un florero no hace daño ni perjudica a nadie. Tan solo levanta el
ánimo de su admirador y endulza la vida de su devoto aficionado.
Nunca se lo
conté.