28 de febrero de 2015

Entrevista a Sky Cryster

*Proyecto aparte, que no publicaré, excepto algunos capítulos que en este momento si considero aptos para el público.
La Vida de Sky Cryster - Capítulo I


El gerente de la empresa G.A.T.O me miraba con sus feos ojos de indistinguible color frunciendo el ceño y mirándome fijamente para ver si su mueca causaba alguna impresión en mí. Pero lo único que me causaba era que no pudiera evitar ver sus facciones desagradables a la vista. Creo que en ese momento yo tenía una cara de póker. No sabía si reírme, si deprimirme o si fingir que estaba asustado y desesperado por conseguir un trabajo en aquel lugar.
En sus manos sucias tenía los blancos pliegues de mi curriculum recién impreso en la librería de la esquina, y aún le quedaban el olor a tinta fresca.
Creo que esa entrevista de trabajo no resultó, por algún enigma entre él y yo. O él era demasiado feo para ser digno en ser mi futuro jefe, o yo era demasiado atractivo para el promedio de personas que se admitían allí. Pero eso no me preocupaba. En el fondo de mi alma yo sabía que de todas maneras sería un trabajo temporal, al menos que éste tuviera alguna cualidad que me atrapara y me hiciera adictivo a la actividad. Pero yo podía estar completamente seguro que nunca un trabajo me satisfaría tanto como para desear seguir ejerciéndolo durante el resto de mi vida.
En realidad solo necesitaba dinero para comprarme una impresora nueva y así imprimir currículums más extensos para otras empresas más dignas de mis encantos.

-“Señor Sky… Sky… ¿es ese su nombre realmente?” Preguntó el hombre haciendo tiritar sus cejas al pronunciarme.
-“Si, señor. Le aseguro que no lo puse para ahorrar tinta.” Le aseguré con naturalidad. Pero no parecí convencerlo. Me lanzó una mirada desaprobadora.
-“Pues me parece un diminutivo.” Aseguró.

Y nuevamente me encontré ante un gran dilema existencialista. Si no le gustaba mi nombre, entonces ¿para qué me había llamado?
Siempre me han hecho la misma pregunta. Que si Sky, que si Skyler, que si Skyle, Skule, Skipper, Skype,  y tantos otros que no recuerdo. ¿Por qué no se conformaban simplemente con un nombre de tres letras? ¿Por qué les parecía tan imposible que una persona pudiera llamarse así?

-“Si quiere, puede llamarme Mi Cielo.” Bromeé. Pero al tipo repugnante no le gustó. Creo que no le gustaba nada en mí, de lo contrario habría demostrado un poco más educación y decoro.
-“¿Y cómo se pronuncia su apellido?”
¡Eso fue el colmo de los colmos! ¿Cómo es posible que una persona en un mundo tan globalizado como éste me preguntara semejante estupidez? Es verdad que en mi nombre no le encontraba nada anormal que alguien no fuera capaz de pronunciar.
-“Crys-ter.” Disimulé lo irritado. Al menos yo si sabía disimular.
-“Pues espero que con ese apellido usted no sea muy llorón.” Se burló el señor feo.
-“Pues a mí me sorprende más que usted sepa lo que significa Cry, y que no sepa pronunciar mi nombre. ¿Para qué finge lo ignorante?”
-“No me falte el respeto señor Sky. Que yo sepa lo que signifique Cry no significa que debo saber cómo se pronuncia. No sé para qué le ponen la Y, si con I es el mismo resultado. Su nombre se pronuncia Crister, no Craister.”
-“Por supuesto que no me llamo Craister. Ningún inglés en su sano juicio pronunciaría esas primeras cuatro letras de una forma tan tosca. Sepa usted que la R allá no es pronunciada igual que aquí.”
El gerente me volvió a lanzar una mirada de esas espantosas. Yo fingí una expresión de inocencia. No acababa de entender como una entrevista de trabajo se había convertido en una clase de lingüística.

Finalizado el dilema de mi nombre continuamos con otro tema. Advertí que el feo estaba impaciente y me quería echar luego de allí. Pero yo no tenía la menor intención de irme.
-“Y dígame señor Cryster, ¿Cuál es su especialidad?”
-“Supongo que se refiere en términos de profesión. Ya que esta pregunta puede dar rienda suelta a mi imaginación y si no  me controlo podemos terminar de hablar sobre recetas de cocina. Pero supongo que no es el caso, ya que usted no tiene cara de que le guste la buena comida ni el arte culinario, a pesar de que yo soy un excelente cocinero y puedo hacer suspirar a cualquier señorita con una de mis especialidades. Pero ya que no es el caso, se lo diré; soy arquitecto. ¿Cuál es mi especialidad? Pues… arquitectar ¿No es obvio?”
En ese momento no estaba muy seguro de la existencia de esa palabra, pero eso no tenía la menor importancia, yo la había inventado, estrenado y dado a conocer al mundo. Como artista que soy tengo derecho a ser extravagante y a inventar de vez en cuando una palabra. Al fin y al cabo la arquitectura es considerada una rama artística. Y no era la única rama que yo ejercía.
-“No me diga…”
-“¿No? Entonces cambiemos de tema.”
El viejo parecía enfadado. Y yo como un ser que hasta en su nombre profesaba inocencia no sabía el motivo de esta tragedia… en realidad sí. Yo no era tonto, solo era irónico, y no me resultaba difícil actuar.
-“Tengo bastante claro lo que hace un arquitecto…” Continuó el adefesio.
-“… ¿entonces para qué pregunta? Ups, lo siento, lo interrumpí.”
-“Hay, Señor mío…”
-“¿Suyo? ¿Yo? ¿Quiere decir que ya me ha contratado?” Le puse la sonrisa más falsa que había hecho jamás.
-“¡No! Aún no hemos siquiera hablado lo suficiente de usted. Aquí me dice que terminó sus estudios en Londres. Me sorprende. ¿Es usted inglés?”
-“¡Claro que soy inglés! ¿O como se explica el buen parecido? Además ya lo había mencionado.” Oh, creo que acabo de cagarla. No quería decir que los ingleses fueran precisamente hermosos, ya que el mito indicaba lo contrario, pero la pregunta que este caballero acababa de hacerme me enaltecía el ego. Mi orgullo estaba plantado en mis dos nacionalidades. Las dos tan orgullosas que heredé el doble orgullo con todo mi orgullo. Y orgullosamente inflé el pecho y me puse la mano al corazón. “No me malinterprete. No quería decir que los ingleses fueran todos lindos, pero yo si lo s… sé que los argentinos igualmente lo somos. Entonces cabe comprender que de ambas partes he heredado no solo mi buen parecido, sino que también mi belleza.”
-“¿¡Qué!? ¿Es usted gay o narcisista o ambos?”
-“Ninguno de los anteriores.”
-“Porque me parece que tiene usted un concepto demasiado alto de sí mismo. Físicamente hablando.”
-“¿Acaso lo niega?”
-“No estoy en condiciones de responder eso.”
¡Claro! Pensé, con lo feo que es no tiene ningún derecho. Pero no quise decírselo. Podía herir su autoestima.

-“¿Siempre es así de infantil?” retomó el gerente la conversación.
-“Para nada. No soy infantil. Solo alegre. Y le aseguro que mi alegría ha ayudado a muchos.”
-“Pues no me parece gracioso. Y dígame ¿Hace cuánto que vive en Argentina?”
-“Nací en Argentina. Me criaron aquí hasta los quince años. Luego me fui a Inglaterra a estudiar y conocer familiares. Terminé la secundaria allá. Siempre me han encantado ambos países, son hermosos. Nunca he sido capaz de decidirme por uno en el cual planear mi futuro. Estuve en Inglaterra desde los quince hasta los veintidós. Desde que he vuelto hasta ahora he estado haciendo varias cosas, he trabajado en algunas empresas de construcción, pero ninguna me ha gustado lo suficiente para quedarme. También estuve un tiempo dedicándome a un trabajo de familia. Resulta que mis padres son dueños de tierras en la Patagonia, y pues, les ayudé a administrarlas. Desde entonces hace poco menos de un año no me he vuelto a dedicar a la arquitectura, aunque mi mente siempre trabaja día y noche y podría aprovecharlo de emplear mejor mi tiempo. Tengo muchos planos e ideas de palacios en la cabeza. Todas son realizables. Solo necesito un buen sueldo que sustente mis constantes viajes y le diseño todos los edificios que quiera.”
-“¿Qué edad tiene ahora, señor Cryster?”
-“hace poco cumplí los veinticinco. En el día de todos los santos. Aún no resuelvo el dilema de que si soy un santo o no. Mi nombre al menos lo incita a pensar, pero el haber nacido en una fecha tan especial no me hace más santo que otros.”
-“¿Y siempre ha llevado el cabello tan largo?” Preguntó después de otra pequeña pausa para tragar saliva y asimilar mis respuestas.
-“Si, mi madre jamás me lo cortó. Solo las puntas. Siempre las puntas, entonces lo he llevado siempre igual.”
-“¿No cree que eso falta a las normas de una empresa seria?”
-“Lo dudo bastante. Una empresa seria se fijaría en mi inteligencia, habilidad, capacidad, conocimientos, destrezas, virtudes, y no en el largo de mi cabello.”
-“¿Ha trabajado usted en Londres como arquitecto?”
-“Claro que sí, ¡se nota que no ha leído nada de lo que he escrito en mi currículum! ¡Me ha hecho gastar dinero de gusto!”
-“No sea exagerado por favor, un par de impresiones no cuestan tanto.”
-“No costarían tanto si tuviera un trabajo y un sueldo.”
-“No me convence usted con sus viajes a cada rato. ¿Cómo puedo asegurarme de que realmente se dedicará a trabajar y no solo a viajar?”
-“De algún lado tengo que sacar inspiración para realizar mi arte, ¿no?”


Creo que no recibí el trabajo, porque hasta ahora no me han vuelto a llamar.


No hay comentarios: