-“¡¡No podemos guiar el barco hacia la dirección que queremos. Hay una gran corriente que nos lleva!!” Gritó el capitán.
Y el silencio reinó a cubierta. Ya no quedaba brisa alguna. Todos sentimos un miedo profundo, un miedo que iba más allá de la percepción. Intuimos que estábamos destinados a algo, un algo que no podíamos cambiar. Era la misma sensación de una persona que sabe que le quedan unos minutos de vida. Esa sensación que desilusionaba cualquier esperanza de cambiar a lo que se estaba destinado. Una frustración de tener que guiarse por la corriente sin tener la oportunidad le luchar en contra, solo esperar a que llegue el fin… el fin que acabará con todo. ¡¡Y no poder hacer nada para cambiar eso!! Rendirse y dejarse llevar…
Fragmento de mi novela
"La frontera final"
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