Hubo un sueño, una situación perfecta, un ideal, la otra mitad del mismo yo, una vida codiciada por la humanidad.
Un día despertó de la felicidad de la vida y la perfección a la que estaba hecho su destino.
¿Qué será si despertara un día sin tener nada entre sus puños?
Miró el sueño, lo vio vacío, sin fondo, gris, aburrido y sin emoción.
Miró la situación que te había llevado todo el tiempo, corrió para perseguirla, abrió los puños, pero solo agarró algo pesado, la profunda nada que se derramó entre sus dedos como arena. Todo lo que había tenido y sentido durante todo el tiempo, de un momento a otro desapareció.
Vio a su ideal, su otra mitad, que le cabe al perfeccionismo. Pero solo vio el recuerdo de un fantasma de esa grata felicidad que sentía con esa mitad. Pero nada que le podría agradar de ella en ese momento.
Su vida se vio vacía de un momento a otro sin nada entre las manos, sin comodidad, sin nada con que acalorarse. Simplemente la soledad acoge y abraza entre sus fríos brazos de tranquilidad eterna y derrotadora.
El sueño se había acabado y despertó. Nadie supo jamás porqué despertó. Despertó de la vida, el sueño de la vida, la vida terrenal. Y todo lo que había poseído en ese momento se había convertido en objetos inútiles que no ofrecían satisfacción.
Y se mezcló con la nada, con el olvido, lo cubrió el frío blanco de la niebla en un clima sin estación, en un segundo sin tiempo, eterno, donde todo seguía igual sin cambiar, inmóvil, psicodélico.
Sobre el vago recuerdo de una dudosa existencia creció un árbol de raro parecido. Al paso de los años el grueso tronco y las grandes hojas negaron toda luz y convirtieron la sombra en negra oscuridad.
Con el paso de los años la lluvia iba lavando cada rastro que había quedado en la arena, y cada objeto que había sobrado del sueño. Y todo cayó en el olvido. Un olvido profundo sin remedio.
Los milenios de la naturaleza y las leyendas de la creación universal y del tiempo, hicieron de las lluvias una primavera larga y duradera. Una calurosa paz sobre los valles y los cerros coloridos, una paz inmensa que lo cubría todo.
Y el sol hizo que se secara la tierra y los ríos, y también aquel árbol que en ese entonces era un gigante que dominaba la región. La tierra comenzó a partirse y los fantasmas del recuerdo se desenterraron. Abandonados entre la nada del desierto se llamaban mudos buscando reunirse a lo que un día pertenecieron. Y sucedió; La tierra se convirtió en polvo que el viento sopló y se lo llevó. Y desenterró. Después de mucho tiempo, después de superar el futuro y la eternidad.
El futuro se quedó atrás y apareció una nueva época. Ahora, gigante, fuerte y dominante recuperó su poder. Lejos del sueño de la vida, lejos del contar del tiempo y lejos del recuerdo de las cosas, lejos de la soledad y la multitud. Se hizo un nuevo mundo, en el que reinó y dominó. Un ser sin alma, sin cuerpo ni espíritu, simplemente diferente.
Había superado la eternidad y todo lo conocido en el sueño de la vida. Despertó del estado despierto y se reinició. Ahora gira en su dimensión, en gratitud, en comodidad y en satisfacción. Nada le falta, nada le sobra. Todo había quedado atrás, todo, hasta la leyenda del olvido.
5 comentarios:
en mi blog tienes un merecido premio para ti.
Un abrazo
juank
un beso.
Mi querida Sara, a pesar de ser un escrito de enorme melancolìa, llego al final y siento la paz y la gloria del personaje.
Es como la vida, que te hace a veces desprenderte de muchas cosas que de verdad no tenìan valor para darte un bienestar infinito y lleno de tranquilidad.
Me gustò mucho como quedò tu blog, ves que puedes?
Un besito enorme Sarita y te dejo invitada también a pasear un ratito por http://www.melodiasenversos.blogspot.com
por si no lo conoces.
Cuìdate mucho amiga
Susana-Agualuna
Que lindo, te felicito!!
muy bello texto. esa añoranza de lo infinito, lo verdadero, la paz y el silencio de todas las preguntas al fin.
el fantasma dentro del envase quiere volver a su esencia.
saludos!
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