Y la cuestión del té... uff, no se cómo contar esta historia.
Había un té aromático que yo solía preparar, y aquel que se lo tomaba, se enamoraba de mi. Pues si, así es, lamentablemente.
Lo descubrí después de mucho tiempo, cuando ya había quebrado esperanzas y huido de propuestas. Solo se lo daba a uno, a quien quise que nunca se fuera. Aquel se iba embriagando semanalmente con ese brebaje delicioso con aroma a madera dulce.
Anda, que no me di cuenta antes. Básicamente porque no tenía efecto sobre las mujeres. Entonces lo convidaba ocasionalmente para rellenar el tiempo monótono de las visitas. No me di cuenta que cometía un error, que influia sentimientos sobre aquellos que no me interesaban. Pues si.
Entonces decidí cambiar mi receta y dejar ésta solo para aquel que la bebería eternamente junto a mi.
Si ahora me preguntan sobre ella, diré que no la recuerdo. Diré que fueron cuestiones de juventud, que a éstos años ya olvidé.
La compartí sigilosamente a mis hijas cuando algún pretendiente suyo me convencía del todo. Se la compartiré también a los adecuados para mis nietas.
No diré jamás qué había sido aquel conjuro que conquistaba esos corazones.