23 de agosto de 2014

Jóvenes y casamenteros

*Proyecto aparte, que no publicaré, excepto algunos capítulos que en este momento si considero aptos para el público.

La Vida de Sky Cryster - Capítulo IX

Recuerdo la vez en que era un simple anónimo en internet. En mi red social jamás había puesto una fotografía mía, y muchos dudaron si yo realmente era yo, u otra persona haciéndose pasar por mi (lo habría perdonado, sé que debe ser un honor y una gran tentación hacerse pasar por mi).
Lo único verídico tal vez, era mi género sexual. Decía que era hombre. Y digo tal vez, porque no hay nada que yo pudiera demostrarles, queridos lectores, que yo realmente soy un hombre. No puedo interactuar más con ustedes, que a través de unas letras, que en mayor parte no son escritas por mí, sino por la escritora  que contraté (Sara).
En este caso me he puesto a imaginar, cómo sería una vida siendo mujer. En vez de Sky, imaginar un rato a Skyler en mi lugar.
Me preguntaba qué pasaría si en mi red social, colocara que soy mujer y me cambiara el nombre. ¿Alguien lo distinguiría? ¿Quién sería capaz de juzgarme, mediante los comentarios que escribo, las entradas que publico, y otras pocas veces en que participo en la comunidad? ¿Quién se daría cuenta de ello? Creo que casi nadie, aparte de los que me conocen. Ya que no se puede identificar el género de alguien mediante un par de palabras que no representen una actitud específica de mi sexo.

Esto me ha llevado a imaginarme en una situación en la que yo soy una mujer.
Yo seré Skyler, y a continuación daré  a conocer una vida paralela, un tal vez, un “¿Qué habría sucedido si…?”, en una época específica, típica de mis encantos.


Lo conocí cuando le presentamos su familia a mi hermana. Yo como hermana mayor tuve la obligación de acompañarla a la cita, que se convertiría en su compromiso matrimonial con el joven Winwood.
Aquel día fuimos mi padre, mi madre, mi hermana menor y yo a visitar a los Winwood. Ellos eran una familia rica de Londres en pleno siglo XVIII. Poseían una gran casa acomodada en la ciudad y tierras en las afueras de la ciudad, donde habíamos sido invitados aquel día. Gerard Winwood acababa de terminar sus estudios en Oxford y había regresado para hacerse cargo de los negocios de su padre.
Los Winwood y los Cryster disfrutábamos de su amistad desde hacía un par de años. Esta amistad era ventajosa para nosotros, en especial porque mi hermana era un par de años menor que el primogénito de los Winwood.
Yo, por suerte, no había sido tomada en cuenta para esas tonterías. Quiero decir, que me alegraba mucho que aquella familia orgullosa no tuviera un hijo mayor acorde en edad para mí, ya que no habría podido soportar la idea de unirme ante personas tan superficiales. Pero mi hermana era lo suficientemente tonta como para aceptar proposiciones de ellos encantada. Mis padres tampoco eran más astutos para encontrar a otro pretendiente igual de provechoso.
Yo había sido presentada en sociedad hacía un par de años atrás. Pero nunca llegó alguien que me gustara lo suficiente como para imaginarme una vida a su lado. En ese entonces no sabía muy bien lo que quería en la vida (a pesar de no tener tantas oportunidades como para decidir qué elegir) y no me sentía segura con nadie. Yo solo sabía que no había en Londres joven alguno que fuera guapo, inteligente, adinerado, de buenos modales, bondadoso y de familia agradable como para hacerme feliz. Yo simplemente exigía demasiado en alguien, y no tenía idea si había tal persona que cumpliera con esos requisitos que yo consideraba mínimos. Poco a poco fui rechazando a mis pretendientes hasta que finalmente no quedó ninguno interesado. Así fue como logre liberarme de esa obligación.
Gerard Winwood era de esos jóvenes pretenciosos que creían que al chasquear los dedos se producían cosas asombrosas como la inmediata presencia de alguna persona que pudiera hacer realidad todos sus deseos. No bastó nada más que chasquear los dedos para que mi hermana apareciera en el umbral junto con aquellas que poseían el honor de estar entre las que podía elegir como futura señora de la casa. No sé qué fue lo que lo hizo decidir finalmente por mi querida Irma.
Habíamos sido invitados para el té aquel día para finalizar formalmente el contrato del compromiso de Irma con Gerard Winwood.
Realmente no tenía ganas de asistir al evento que echaría a perder la vida de mi hermana, pero no tuve otra opción. Estaba obligada a presenciar con mis ojos como las sonrisas de ellos y las de mis padres aceptaban un acuerdo que si hubiera sido por mí, jamás habría permitido que se me pase por la mente. Pero tampoco tenía intenciones de ofender a mi hermana, cuya finalidad en la vida era casarse y establecerse con un marido que la mantuviera y le comprara todos los caprichos que ella deseaba.
Si bien las oportunidades para una mujer de aquella época no eran más que la de casarse con un marido que le ofreciera estabilidad económica, mi instinto de libertad me decía otra cosa. Incluso hubo un tiempo en que llegué a pensar en disfrazarme de hombre, huir de mi hogar y hacer mi vida independiente. Lejos de cualquier martirio matrimonial, en donde pertenecía a un hombre y me sentía con el deber de satisfacer sus deseos.
Esa fantasía de hacerme pasar por varón se había reducido en un sueño que solo aparecía en aquellas noches interminables en las que no lograba conciliar el sueño.

Yo no había imaginado mucho acerca de cómo iba a transcurrir el compromiso de ambos jóvenes. Cuando nos sentamos a tomar el té advertí la presencia de alguien desconocido entre los Winwood. Gerard nos lo presentó como su primo, Dylan Chamberlain.

-“¿Y la señorita Skyler? ¿Aún no encuentra marido?” Se dirigió la señora Winwood hacia mí. Sorprendida la miré sin saber que decir. No había preparado una respuesta aún para aquello.
-“Mi hermana a veces rehúye de los deberes femeninos que la comprometen.” Bromeó Irma. Me sentí incómoda ante tal comentario y le lancé una de esas miradas asesinas.
Sonrojada me volví al resto de la familia para averiguar su reacción ante tal afirmación. Mis ojos se cruzaron con los del señor Chamberlain. Me sonrojé aún más.
-“No debería usted despreciar esas buenas oportunidades que se están dando en esta época. Hay muchos jóvenes solteros y de buenas familias en Londres. Tal vez le pueda presentar algunos.” Prosiguió la señora Winwood.
-“Ya habrá alguien que le guste. Si espera demasiado perderá esas oportunidades. La juventud no se mantiene para siempre.” Continuaba la broma mi padre. Enojada pensé en una respuesta rápidamente que terminara eficazmente ante ese tema incómodo. Pero no se me ocurrió nada que pudiera utilizar en mi defensa.
-“No atormenten a la señorita Cryster. Al igual que su hermana, encontrará alguien adecuado.” Se unió el señor Winwood. ¡Al menos un comentario atenuante!
-“¡Sin duda! No por nada tiene esos ojos azules tan hermosos.” Añadió su esposa.
-“La verdad es que la culpa es completamente de ella. Nunca ha querido considerar nuestras proposiciones.” Agregó mi madre. Era el colmo ¡Debía defenderme! No encontraba un tema para desviar la atención de mí. Estaba avergonzada.
-“Siempre le has dado demasiadas libertades. Por eso se ha criado tan masculina. Le falta delicadeza y docilidad.” Dijo mi padre. ¡Se había cambiado de bando! ¡Yo, masculina!
Dylan me observaba de reojo y sonrió ante el comentario de mi padre. Luego volteó el rostro y me miró fijamente. Nuevamente me sentí muy incómoda ante su mirada penetrante.
En el fondo no me parecía tan malo el comentario de mi padre… solo que en público no correspondía a los estándares marcados por la sociedad. En otra época me habrían aceptado sin prejuicios.
-“Solo soy el resultado de las cosas que he tenido que vivir. Si soy de determinada manera es mejor preguntarse cuál debe ser el origen de mi actuar.” Me animé a decir finalmente.
Todos me quedaron mirando atónitos. Mi hermana se olvidó de sus modales y me miró boquiabierta por un rato. Yo les devolví la mirada bajándola luego, serena, y continué con mi té ignorando haber dicho algo insólito.
No me pasó inadvertido que Dylan al otro lado de la mesa volvió a sonreír. Hasta ahora ni él ni Gerard habían añadido comentario alguno a la conversación. Ambos parecían haberse divertido con mi respuesta.
El resto de la velada no volví a participar del tema, el cual habían decidido cambiar.

Después de la cena las señoras se juntaron en otro salón a conversar y los caballeros a jugar una partida de cartas. Me sentí aburrida con las frívolas conversaciones entre la señora Winwood y mi madre. Irma estaba emocionada por su compromiso y ansiaba el día de la boda. En cambio yo había dejado libre rumbo a mi imaginación que en ese momento recorría los campos, montada sobre un caballo galopando con el cabello suelto flameando ante el viento. Algo que jamás sucedería.
Me levanté de mi asiento y fui a dar unas vueltas. Tenía un poco de curiosidad por las dimensiones de la futura casa de Irma. Los salones eran grandes, las ventanas altas. No me gustaba en absoluto. Pero no era mi problema.
Al cruzar una puerta y doblar por una esquina a un pasillo casi tropiezo con Dylan. Sorprendida alcé la vista.
-“Disculpe señor Chamberlain. Estaba un poco distraída.”
-“No se disculpe, señorita Cryster. No todos los días se tiene el honor de sentir tan cercana la presencia de una bella dama.”
Rápidamente me alejé ante ese comentario. Lo miré disgustada. El solo sonrió.
-“Vamos, yo creí que usted no era el tipo de señorita sensible que se enojaría ante tal piropo.”
-“Pues, se merece usted un golpe. Pero no tengo ánimos de eso ahora.” Fue lo único que se me ocurrió responder.
-“Pero que ruda…”
-“Si me disculpa…”
-“No, no. No se valla. De verdad, lo siento. Le aseguro que si se va ahora no tendré otra oportunidad de conversar con usted. Me parece una persona interesante, pero ante la familia es un poco complicado… no nos han presentado correctamente. ¿Desea dar un paseo conmigo por los jardines?”
-“No, no lo deseo. Pero iré de todas formas si insiste.” Miré por la ventana. Era mejor estar afuera que dentro. Sin buscar abrigo simplemente salí de la gran casa. Los jardines eran hermosos, había muchos árboles y flores plantadas decorando el caminito. Un jardinero había dejado huellas de su arte.
-“Que curioso  lo que he oído sobre usted en la cena. ¿Realmente no quiere casarse?” Volvió a comenzar el señor Chamberlain.
-“Realmente no tengo interés en continuar con lo anterior.”
-“Está bien. Entonces dígame, si se casa su hermana, ¿quedará sola en casa de sus padres o tiene más hermanos?”
-“Solo quedaré yo.”
-“Supongo que la extrañará mucho.”
-“Si, lo normal. Irma es de esas personas que no meditan mucho las cosas antes de hacerlas. Solo proceden cuando se les presenta la oportunidad.”
-“Yo no veo ningún inconveniente en el matrimonio entre su hermana y mi primo. Es ventajoso para ambos.”
-“Tal vez. Y si lo quiere saber, si, si pienso casarme algún día. Pero elegiré bien al afortunado.”
-“Está en todo su derecho de hacerlo. Pero si me lo preguntaran a mí, yo no dudaría un segundo en elegirla a usted. Su rebeldía me atrae.”
Atónita lo quedé mirando. Luego me di media vuelta y emprendí el regreso a la casa. No tenía interés de seguir conversando con alguien tan poco serio. Claro que él no me habría dejado ir tan fácilmente.
-“Señorita, ¿Qué le sucede?”
-“¿Por qué tengo que perder el tiempo con alguien que toma decisiones de esa forma? Ni siquiera me conoce.”
-“No, no la conozco. Pero hay algo atractivo en esto de querer siempre llevarle la contra al mundo. ¿Y si por una vez no lo hace y simplemente se deja llevar?”
-“¿No es algo que todos hacen? Yo no soy precisamente una persona que respeta las normas de esta sociedad, y eso puede ser un problema.  Además, no sé por qué me detengo a argumentarlo con una persona que procede a hacer una proposición de lo más ridícula a una persona que no conoce en lo más mínimo y con quien no tiene idea si podrá llevarse bien.”
-“Pues no la respete.” Me dijo y me tomó la mano. Luego me acercó a si y en un abrazo me besó.


Esta es la parte en que no quiero mencionar lo que sucedió a continuación, mi romance oculto con Dylan, del cual nadie se enteró. Solo nos sentíamos como dos personas libres de hacer y deshacer lo que queríamos.

Esa era Skyler. Una mujer rebelde quien finalmente cedió ante un hombre en su vida. Pero no me gusta, no me siento cómodo como mujer. Había algo en la historia que comenzó a disgustarme con la presencia de un romance con un hombre. Era solo imaginación, pero aun así, me incomodaba y desaparecía todo rastro de gozo al continuar imaginando. Definitivamente yo no podría ser un transexual, una mujer e interesarme por hombres. Descartado.