1 de julio de 2012

Arenkes (7)

Capítulo VII
Parte I



Desde el edificio de Kai sonaba música. Me habían invitado al veinticuatroavo cumpleaños de Aisha. Se habían reunido varios arenkes, algunos conocidos, otros desconocidos. Me sentí muy acogida por todos y me había reído mucho con sus bromas.  ¿Por qué no me había encontrado antes con personas así? Pensé preguntándome por qué ellos eran distintos al resto. Algo tienen… algo que los hace especiales. Pero, ¿qué es? A parte de tener alas son como personas comunes.

Desde los ventanales que miraban hacia el mar se podía apreciar el atardecer en el cielo. Un cielo rosa intenso prediciendo sol para el próximo día. Faltaba poco acabar el día.

Mientras conversaba con Silver me pregunté por qué Kai no me había tomado en cuenta. La noche anterior me había enviado un mensaje ordenándome ir a celebrar a su casa.
-“¿Por qué me lo dices como si fuera obligación?” le reenvié el mensaje.
-“Porque yo lo digo.” Atinó en contestar.
-“Eso no me convence…” me defendí.
-“Entonces haz lo que quieras.”
-“¿Qué haces? ¿Por qué no vienes a volar un rato conmigo?” Le respondí. Nunca había sido yo quien lo invitara a hacer algo.
-“No. Estoy acostado pensando en alguien.”  
-“Increíble. No sabía que podías tener sentimientos.” Me tocó burlarme a mí ésta vez.
-“Eso definitivamente no es asunto tuyo.” Me dejó claro. Pero entonces, ¿por qué me lo contaba? No salí a volar esa noche y esperé al día siguiente.

De alguna forma incomprensible necesitaba la cercanía de Kai aunque fuera un momento. No iba a ser yo quien me acercaría a él primero. Solo atinó a saludarme para luego alejarse a atender a otros. Una mezcla de rabia y tristeza se apoderaba de mí. No pude entender por qué. A pesar de su detestable actitud me caía bien y el hecho que fuera mi tutor hacía que necesitara su apoyo en cualquier momento. Acepté que no yo era alguien importante en su círculo y que ese día definitivamente no se iba a preocupar de mí. El centro de atención en ese momento era otra persona. Y si Aisha no me hubiera caído tan bien desde un principio habría llegado a sentir celos de ella. Ella era como un ángel, ¿a quién podría desagradarle? Yo la admiraba.

Silver apareció con un gran pastel que parecía una obra de arte. Lo puso sobre la mesa y mágicamente sacó una rosa blanca de algún lugar entregándosela bajo aplausos a la cumpleañera. La felicitamos una vez más y el salón se inundó de incienso.
Luego sucedió algo que no me esperaba.
Kai abrazó a Aisha dando vueltas sin soltarla. Sentí como un trozo mío de desprendía y caía al suelo. En ese momento no supe exactamente por qué. Ellos parecían tan felices. ¿Por qué yo no lo era en ese momento? Atónita miré al vacío. Todo a mí alrededor perdía su brillo. Una tristeza se apoderaba de mí como una capa de oscuridad que me cubría. ¿Qué era eso? ¿Acaso eran celos? ¿Acaso yo quería estar en el lugar de Aisha? Solo quería irme de aquel lugar, irme lejos, desaparecer, dejar de pensar un segundo. ¿Por qué lo había hecho delante de mí? Si yo ya estaba consciente de su relación, ¿por qué no me esperaba un abrazo tan simple entre ellos? En ese momento no quise responderme mis dudas, ni quería entender nada de lo que sucedía. Solo pensaba huir, lo más lejos posible de Kai.
Aunque no quería aceptarlo, lo había comprendido. ¡Pero no quería reconocerlo por nada del mundo! ¿Por qué precisamente a él? ¿Por qué mi mente me hacía eso?

Como sonámbula salí del edificio dejando mi razón atrás en la fiesta. Crucé la gran avenida en dirección contraria al centro. Solo pensaba en irme lejos, lo más lejos que podía. Realmente en ese momento no pensaba, solo actuaba. Fui impulsada por el deseo de abandonar todo lo que me rodeaba en ese momento. Hui hacia un cerro sin razonar que podría ser peligroso.
Caminé hasta sentirme cansada por subir a toda prisa.

Me senté sobre un trozo de cemento, abrí mis alas negras y me cubrí con ellas. Cerré los ojos y traté de no pensar en nada. ¡Es imposible no pensar en nada! Apreté mi dedo índice contra mi frente enfocando mis ojos hacia el centro, al supuesto tercer ojo. Así mantuve mis pensamientos ocupados.

En medio de la oscuridad escuché un grito de niña y abrí los ojos. Recordé mis alas abiertas y las cerré rápidamente. ¡No debí haber hecho eso! Pero ya era tarde, segundos antes de verlos presentí algo horroroso y un miedo recorrió todo mi cuerpo. Me levanté nerviosa y comencé a correr cerro abajo. Ésta vez eran varios tipos y no dudaron en seguirme. Perseguida por el miedo traté de correr lo más rápido que pude. Siempre he sido muy rápida para correr pero bajar el cerro no era tan fácil, debía tener cuidado con no caer. Doblé a la derecha hacia la carretera donde era algo más plano pero mi plan fracasó cuando descubrí que a la carretera me separaba un muro. Reaccioné de la peor manera abriendo mis alas intentando volar sobre el muro para seguir corriendo por la carretera y ver si podía detener algún vehículo que me salvara. No tenía intención de que más personas me vieran volando. Llegué a la oscura carretera que no estaba muy transitada en ese momento. Seguí corriendo decidiendo si abrir mis alas nuevamente y escapar definitivamente. La última vez había sido una decisión fatal. Miré hacia atrás y me di cuenta que me había alejado bastante de mis perseguidores. Seguí bajando el cerro llegando a los primeros edificios del centro y traté de perderlos entrando a los callejones que se me presentaban. Si seguía dando una vuelta grande por el área del cerro podía llegar hasta el edificio de Kai. En ese momento era lo que más deseaba. Volver allí y estar segura. Pero debía alejarme lo más posible del cerro. Me detuve en una esquina a oír los ruidos a mí alrededor. Todo estaba tranquilo. Confié en esa tranquilidad y seguí  caminando en dirección al mar. Me di cuenta demasiado tarde que había ido directo a los brazos de mi enemigo. Éste me agarró de los brazos emitiendo un silbato que hizo que los demás se acercaran rápidamente a apreciar el espectáculo. Distinguí unos seis hombres a mí alrededor. Estaban alegres pues habían atrapado a su víctima. Con horror descubrí que eran cazadores de arenke cuando uno de ellos, seguramente el líder de la pandilla me exigió que abriera mis alas, lo que obviamente no hice. Sonrió sarcásticamente y ordenó que me alejaran del lugar. Uno de ellos ató un pañuelo ante mis ojos evitando que yo pudiese ver algo. El hombre que me había atrapado me llevó en sus brazos tapándome la boca. Ciega y sin poder dar alarma sentí que me metieron a un vehículo. Sentí un dolor conocido en mis costillas. ¡Nuevamente ese detestable tranquilizante! ¿Acaso siempre los usaban? Y el mundo ante mí desapareció.



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1 comentario:

Kaiste enamorada dijo...

Impresionante.. esto se esta poniendo bueno cada vez mas!