21 de julio de 2012

Decisión


Afuera llovía sin piedad sobre aquel viejo pueblo. El viento golpeaba contra los tejados acompañado de truenos y relámpagos.
Una mano golpeó tímidamente mi puerta. La abrí y detrás de ella aparecieron unos ojos tristes sin esperanza alguna.
-“Quiero saber el secreto de la vida, ¿quieres somos? ¿Adónde vamos? ¿Por qué vivimos? ¿Qué hay luego de morir?” Susurraba sus lamentos cada vez más despacio, como si fuera a ahogarse.
Lo invité a pasar con un leve movimiento de manos.
-“Todas tus dudas te serán resueltas si decides entrar. Solo debes elegirlo, decidirte.”
Dudó un momento, al parecer estaba decidiendo los pros y los contras.

-“De todas formas no tienes nada que perder.” Agregué.
Eso pareció convencerle. Alzó sus ojos y me observó. Me alzó su brazo, le cogí la mano entrándolo en mi casa. Cerré la puerta lanzando una última mirada hacia la oscura noche.

Ya adentro se unió a la gran fiesta, calidez y alegría rodeaban su corazón y olvidó todos sus problemas y lamentos que algún día había tenido durante su vida. Con una sonrisa en sus labios me di cuenta que estaba satisfecho, y todas las dudas que había tenido en ese momento ya no fueron un dilema.




17 de julio de 2012

La despedida



Estimado amigo;


Antes de partir debo contarte el motivo de mi despedida.


Te diré que esa noche bebí mucho. Traté de olvidar aquella riña que tuve con ella. Y creí haberla olvidado cuando el alcohol nubló mi mente y caí inconsciente sobre la sucia calzada afuera del bar.
Pero no fue así.
A la mañana siguiente me llevé la dolorosa sorpresa que ella se había ido. Sentí el mundo derrumbar ante mis ojos. Y es por eso que te escribo este adiós. Para cuando lo leas ya me encontraré muy lejos.

“Puedo sentir que lentamente
Ella me deja para siempre.
Me dio su amor, me dio su cuerpo,
Y amarnos fue nuestro secreto...
Se fue sin prisa, perdió su aliento.
Alguien lloró, y yo también,
Y en ese instante se alejó.
Y el sol entró sin comprender,
Que en esta fría habitación...
La luz oscurece.
Puedo sentir en mi silencio,
Cómo su adiós golpeó en mi pecho.
Y ese dolor trajo recuerdos,
Cuando jurábamos lo eterno...
Se fue despacio, dejó una brisa.
Y amaneció…” *

Al sentir que ya no estaba a mi lado decidí partir. ¿Para qué quedarme en un pueblo donde cada esquina me recordaba a ella? Siempre fui un viajero sin rumbo, entonces al conocerla creía que éste iba a ser al fin mi hogar, junto a ella, para siempre. Pero me he vuelto a equivocar. Mi vida en este puerto ya no tenía sentido.




Siempre he sido un loco aventurero. Empaqué mis pocas pertenencias y abordé un barco rumbo a nunca jamás. Mi objetivo es encontrar la frontera final. Aquel agujero en el mar, del que tanto se hablaba en el bar. Esas fantásticas historias que contaban los marineros cuando pasaban por aquí a descansar. 


Mi curiosidad creció y ahora decidí a seguir mi rumbo con ellos. La aventura me llama, mi estimado amigo, y tú, solo tú debes saber que me fui en dirección contraria a la que ella decidió ir.

“Cierra tus ojos,
voy a contarte
algo que nunca
te dije antes.
Ella atrapó mi corazón.
ella es la dulce miel que me hizo...
Sentir distinto
a los demás.
algo cambió
cuando estuve a su lado.
Hoy no recuerdo
cómo podía
sin conocerla
pasar mi vida.
Ya no me alcanza la razón.
ya no me importa el mundo sin ella…” *

Ya es de noche.  Al amanecer parte mi barco y yo con él. Solo te pido, si algún día la vuelvas a ver… dile…
Dile que partí en un barco a la mar y que no sabes si algún día voy a regresar. Dile que ella se llevó los añicos de mi corazón y que sin ellos no me puedo quedar. Es tan corto el amor, es tan largo el dolor.


Iré a descubrir una leyenda en el mar. Mi viaje es arriesgado y no sé si volveré. Si lo hago traeré miles de historias para contar. Pero tal vez no regresaré. Si no me vuelves a ver es porque el mar me habrá tragado. Si no regreso dile que hasta en mi último aliento de vida, ella siempre estuvo allí presente en mis pensamientos. Cuéntale que siempre la amé, como nunca amé a nadie. Dile que jamás olvidé cuando dormía tranquila entre mis brazos, y jamás lo haré, su memoria permanecerá entre los relojes del tiempo y no se esfumará. 


Ella se ha ido y yo también lo haré. Jamás la olvidaré. Te encargo este mensaje por si la vuelves a ver. Ya es tarde, y no hay nada que aquí me detenga. Ahora soy un marinero con ansias de enfrentarme al océano. El barco me llama. La noche me llama.


** Canciones de Rata Blanca

16 de julio de 2012

Sueños


Vamos a soñaaaarrr !!
Alma con alma, tú y yo, volando en el viento, libres
Corriendo por los bosques soleados
Hasta el horizonte donde el sol tímido se oculta
Esperaremos el nacer de las estrellas
En la cumbre de las montañas, donde la luna besa la tierra
Y los sueños descansan en paz
Y las oraciones son escuchadas
Prometiendo felicidad y esperanza a al cielo y la tierra
 Hasta que el tiempo se detenga, y el día sea nuestro
 Eternamente bajo el sol de la isla desierta
Que alberga nuestras almas inmortales


Con la cooperación intercalada de Yen San
Ella: Color gris
Yo: Color celeste

12 de julio de 2012

Nocturno


Cada noche veía al hombre misterioso que salía a mojarse a la lluvia del invierno con su largo traje negro impermeable, sus botas y un paraguas sin abrir y una capucha que escondía su rostro. Parecía encantarle la lluvia pero no cedía a mojarse. Una vez lo seguí y me di cuenta que sus paseos en este clima frio invernal era lo que le apasionaba. Regresaba de madrugada a su departamento y dormía todo el día. Al ponerse el sol se levantaba y regresaba a su vida nocturna. Vivía al lado mío. Como sabía que estaba todo el día durmiendo aprovechaba ir a su balcón para disfrutar el último rayo de sol en la tarde que se posaba allí. Hasta que me di cuenta que desde su casa alguien me observaba. Un rayo de sol que penetraba por la ventana de su puerta reveló su figura. ¿Le molestaba que me sentara a leer en su balcón? ¿Por qué me observaba escondido? 


Aquel hombre comenzó a convertirse en mi guardián cada vez que regresaba tarde a casa. Una vez me quedé sin dinero para la locomoción de regreso a mi casa. Sentada en la parada de buses sentía como el frío penetraba en mis huesos y la humedad de mis ropas me congelaba aún más. Llovía mucho como para regresar caminando. Cada vez se hacía más tarde y yo entumecida sentada allí... hasta que apareció él. Se paró a mi lado, extendió el brazo y me dió su paraguas. Se sacó los guantes y me dio su cálida mano. Me acompañó hasta nuestro edificio y se despidió con una sonrisa. No pude ver sus ojos ni los demás rasgos de su cara. Yo entré a mi casa y el regresó a su paseo nocturno en la lluvia.



Arenkes (7) 2

Capítulo VII
Parte II




Desperté de un largo sueño. Abrí los ojos y me di cuenta que ese no era el cielo de mi dormitorio. Me incorporé dificultosamente ya que sentí dolor en todo el cuerpo. Miré a mi alrededor pero no descifré donde me encontraba. ¡No recordaba haberme acostado en un lugar tan horrible! A las paredes claramente le faltaba una capa de pintura. Recordé mi aventura de anoche y comprendí que yo estaba presa en esa habitación. Me puse de pie aún mareada y caminé hacia la puerta. Estaba cerrada. No me esperaba lo contrario. La pequeña ventana tenía rejas. Traté de mirar por ella pero solo vi una especie de patio cerrado, muy pequeño y si nada verde. Allí no había nadie. Volví a recostarme en el viejo colchón sobre el que había dormido y cerré los ojos. Esperaba volver a abrirlo y encontrarme en mi cama en mi casa. Pero eso no sucedió. Esta vez Kai no me había ayudado. Decepcionaba tuve que aceptar mi situación.

¿Por qué tuvo que suceder de nuevo? ¿Tan mala suerte tengo que apenas saco las alas y ya me atrapan? ¡Y todo por culpa de Kai! O más bien porque descubrí un sentimiento demasiado sensible hacia él… hacia alguien que no podía ser. Simplemente no se podía. ¿Por qué mis sentimientos me engañaban? Estaba segura que solo era obsesión. Esa obsesión que se tiene con alguien cuando no dejas de pensar en su persona pero en el fondo no te gusta, solo te gusta la ilusión de lo que esa persona podría llegar a ser. Debía dedicarme tiempo para pensar en ello y aclarar mis pensamientos…

Kai… una ilusión. Me gustaba pensar en el de una forma que no existía en la realidad. En la realidad solo era un estúpido maleducado a quien le importaba un rábano. En mi ilusión había una pequeña posibilidad de… no lo pronunciaré. Es tan inaceptable que no me lo contaré ni a mí misma. No quiero que mis neuronas se decepcionen de mi tontera.

La puerta se abrió y uno de esos tipos se acercó con mi miserable desayuno. Supuse que era el desayuno por la mísera cantidad de pan con margarina y el té de hierbas… ¿pasto? O lo que fuera.
Luego me acosté para digerirlo y olvidar las ganas de más.

Más tarde la puerta se abrió y el mismo tipo me hizo una señal de seguirlo. Me levanté y lo seguí desconfiada. Detrás había un oscuro corredor que terminaba en otra puerta. Salimos a una especie de sala y llegamos a un escritorio donde otro tipo pero ésta vez obeso estaba sentado detrás de una pila de papeles polvorientos. Alzó la vista para observarme e hizo un gesto que parecía un saludo. Las paredes estaban cubiertas de telarañas oscuras como si nadie las hubiera limpiado en años.
-“Abre tus alas.” Dijo en un tono de voz aburrido.
Yo no estaba dispuesta a abrir nada. El gordo hizo una mueca alzando las cejas como si se hubiera esperado tal reacción. Alzó el brazo y apuntó a otra puerta apenas visible de la que no me había dado cuenta. Seguimos nuestro camino por ahí y llegamos al patio de ese extraño edificio. Estaba al aire libre pero seguía rodeada de muros y puertas que conducían hacia algún lugar fúnebre, así como lo era todo el edificio. Como una cárcel.

Apareció otro tipo, viejo, alto, flaco y con cara de pocos amigos. Éste me ordenó abrir mis alas. Como me negué a hacerlo se enojó.
-“Si no me muestras tus alas te abriré la espalda y te las sacaré yo mismo.”
¿Para qué querían mis alas? Miré al muro. No era muy alto y podría sobrevolarlo en un par de segundos. Pero temía que ellos fueran más rápidos. Corrí hacia una de las puertas pero me detuvieron. Eran rápidos. Caí al suelo y sentí un golpe en el hombro.

-“Ya déjala en paz. Espera a que se acostumbre a este lugar y ya cederá con el tiempo.” Dijo una voz femenina. Volteé para verla. Una mujer había aparecido tras la puerta. Su rostro me inspiró confianza. Deseché ese sentimiento rápidamente recordando que ella también era una cazadora de arenkes.

 Me levantaron y me llevaron de vuelta a mi celda.
-“Si no cooperas te las sacaremos a la fuerza de la espalda. Y luego te las cortaremos y nunca más podrás volar.” Dijo el viejo flaco.
Tuve un horrible presentimiento de que realmente era eso lo que querían hacer. Pero no tenía muchas opciones, ellos iban a obligarme a abrir mis alas.
-“¿Sabes que les sucedió a los otros engendros de tu especie? Les cortamos las alas y los dejamos en la torre. O se desangraban o saltaban al vacío. De todas formas acababan con su vida. Tú eliges.”
¡Que desagradable! No tenía ánimos de pasar por eso. ¿Cuánto tiempo me mantendrán aquí encerrada? ¿Qué hay de Kai y los demás arenkes? ¿Vendrá alguien a rescatarme? ¡Ni siquiera sé en qué parte del  mundo estoy!

La puerta de mi celda se abrió y detrás apareció la mujer. Me vio en el suelo sin decir nada. Cerró la puerta y quedó observándome.
-“¿Dónde estoy? Pregunté rompiendo el silencio.
-“En Rancagua.”
¡Wow! Eso era a 4 horas al sur de donde yo vivía. ¿Tan lejos me habían traído estos inútiles?
-“¿Vives en Viña del Mar? Preguntó ella amable. Yo asentí.
-“Y te llamas Dany.” Agregó.
-“¿Cómo lo sabes?” Me sorprendí.
-“Lo leí en tu identificación.” Sonrió ella. ¡Cierto! No me acordaba que la traía conmigo. Ahora ya no, ella me la había quitado.
Silencio.
Ella abrió la boca para decir algo, pero la cerró dudando si decirlo o no. Miró hacia la ventana de mi celda preocupada. Se despidió y desapareció tras la puerta. ¡Qué mujer más extraña!


Pasé una noche fría en mi celda, ya que no me atreví a abrir las alas para cubrirme. Tuve varias pesadillas y desperté agradecida cuando noté el primer rayo de sol en mi ventana.
No pasaron unos minutos y fueron a molestarme a mi celda. Era la mujer nuevamente. Me hizo un gesto para que la siguiera. Me llevó a unas duchas y me ordenó a bañarme. El agua estaba fría. Me congelé completamente.

Salí de la ducha con la toalla en la cabeza tiritando y sintiéndome como un cubo de hielo. La mujer cerró la puerta de un golpe y esperó a que me secara el cabello.
-“¿Eres de Puerto Montt, verdad?” Preguntó luego de que yo terminara.
-“¡¿Cómo lo sabes?!” Pregunté sorprendida. Eso no estaba en mi identificación.
Ella me sonrió irónicamente.
En ese momento alguien golpeó a la puerta desde afuera gritando algo como “apúrense”.
-“No te olvides tan rápido de tu infancia y de aquellos que te criaron.”  Me susurró abriendo la puerta y empujándome hacia afuera. ¡¿Quéee?! ¿Qué sabia ella?

Volví a mi celda a esperar el desayuno. Estaba entumecida y esperaba algo caliente para beber. No esperé mucho y me llevaron una enorme taza de café con leche. Hasta ahora era lo mejor que había recibido en aquel lugar.
¿Quién era esa mujer y qué sabía de mi infancia? Su respuesta retumbaba  en mi cabeza. ¿Qué era lo que sabía de mí?

Pasé el resto del día sin ver a nadie. Era tedioso el aburrimiento y el silencio era abrumador. De vez en cuando me levantaba a mirar por la ventana. Pero afuera no sucedía nada especial, el sol caía sobre el cemento vacío del patio y el lugar parecía vacío e inhabitable. Me sentía el único ser vivo a parte de las moscas que se posaban en el vidrio desde afuera. Era un día soleado pero yo no podía disfrutarlo. Me tendí sobre mi colchón a dormitar. El día no parecía tener fin.

Por la noche me trajeron mi cena. Luego las luces del patio se apagaron. Mi celda carecía de ampolleta, por lo tanto pronto me sentí en la oscuridad. Acostada sobre el colchón traté de identificar algunos ruidos afuera. Algunas aves se despedían del día con sus cantos caracterísricos. Traté de imaginar el mundo afuera del edificio. Nunca antes había visitado Rancagua.

Durante la noche se abrió lentamente la puerta de mi celda y la mujer se asomó por ella. La cerró y se sentó a mi lado. Yo aún no había conciliado el sueño.
-“¿Estás despierta? Quería hablar contigo.” Dijo.
Me levanté y senté apoyándome contra la pared. Se llevó el dedo a los labios, advirtiendo silencio.
-“Quiero saber que sabes sobre…”
-“¿De ti?”
-“Si.”
Sus ojos brillaban con la luz de la luna que entraba por la ventana.
-“Cuando eras pequeña… tuviste una niñera…” Comenzó.
Miles de recuerdos llegaron a mi mente. Mi infancia, esa linda infancia que viví hace muchos años atrás. Y de repente apareció ella. Estaba allí, entre todos esos recuerdos de mi niñez. Había acertado.
-“¿Iris?” Pregunté emocionada y ella asintió advirtiéndome silencio nuevamente. ¡Era ella! ¡Me había reconocido! ¿Pero qué estaba haciendo ella entre los cazadores de arenkes? Qué decepción…
-“¡Te estuve buscando por mucho tiempo! Nadie me dijo que te habías ido a Viña del Mar. Necesito hablarte de cosas… ahora que eres adulta…” Parecía no encontrar las palabras.
-“¡Eres una cazadora de arenkes!” Protesté.
-“¡No! No lo soy… escúchame; ellos creen que soy una cazadora. Pero en realidad estoy aquí para ayudarlos. Pero debes actuar como si fuera tu enemiga. ¡No me delates! Te ayudaré a huir…”

Abrí los ojos esperanzada hacia la persona que tenía en frente y que me inspiraba una gran paz. Ya no tenía motivos para sentir miedo.
-“¡Cuéntame de ti! ¿Por qué ayudas a los arenkes?”
-“¿Te acuerdas, cuando eras pequeña, yo te contaba cuentos de personas que tenían alas y que podían volar?
-“Tu eres una… ¡eres una de nosotros!”
Ella asintió con una sonrisa. Se levantó y caminó en dirección a la puerta.
-“¡No te vayas!” Supliqué.
-“Tengo que hacerlo o ellos se darán cuenta. No te preocupes, mañana te traeré el desayuno. Buenas noches.” Se despidió y desapareció tras la puerta.


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1 de julio de 2012

Arenkes (7)

Capítulo VII
Parte I



Desde el edificio de Kai sonaba música. Me habían invitado al veinticuatroavo cumpleaños de Aisha. Se habían reunido varios arenkes, algunos conocidos, otros desconocidos. Me sentí muy acogida por todos y me había reído mucho con sus bromas.  ¿Por qué no me había encontrado antes con personas así? Pensé preguntándome por qué ellos eran distintos al resto. Algo tienen… algo que los hace especiales. Pero, ¿qué es? A parte de tener alas son como personas comunes.

Desde los ventanales que miraban hacia el mar se podía apreciar el atardecer en el cielo. Un cielo rosa intenso prediciendo sol para el próximo día. Faltaba poco acabar el día.

Mientras conversaba con Silver me pregunté por qué Kai no me había tomado en cuenta. La noche anterior me había enviado un mensaje ordenándome ir a celebrar a su casa.
-“¿Por qué me lo dices como si fuera obligación?” le reenvié el mensaje.
-“Porque yo lo digo.” Atinó en contestar.
-“Eso no me convence…” me defendí.
-“Entonces haz lo que quieras.”
-“¿Qué haces? ¿Por qué no vienes a volar un rato conmigo?” Le respondí. Nunca había sido yo quien lo invitara a hacer algo.
-“No. Estoy acostado pensando en alguien.”  
-“Increíble. No sabía que podías tener sentimientos.” Me tocó burlarme a mí ésta vez.
-“Eso definitivamente no es asunto tuyo.” Me dejó claro. Pero entonces, ¿por qué me lo contaba? No salí a volar esa noche y esperé al día siguiente.

De alguna forma incomprensible necesitaba la cercanía de Kai aunque fuera un momento. No iba a ser yo quien me acercaría a él primero. Solo atinó a saludarme para luego alejarse a atender a otros. Una mezcla de rabia y tristeza se apoderaba de mí. No pude entender por qué. A pesar de su detestable actitud me caía bien y el hecho que fuera mi tutor hacía que necesitara su apoyo en cualquier momento. Acepté que no yo era alguien importante en su círculo y que ese día definitivamente no se iba a preocupar de mí. El centro de atención en ese momento era otra persona. Y si Aisha no me hubiera caído tan bien desde un principio habría llegado a sentir celos de ella. Ella era como un ángel, ¿a quién podría desagradarle? Yo la admiraba.

Silver apareció con un gran pastel que parecía una obra de arte. Lo puso sobre la mesa y mágicamente sacó una rosa blanca de algún lugar entregándosela bajo aplausos a la cumpleañera. La felicitamos una vez más y el salón se inundó de incienso.
Luego sucedió algo que no me esperaba.
Kai abrazó a Aisha dando vueltas sin soltarla. Sentí como un trozo mío de desprendía y caía al suelo. En ese momento no supe exactamente por qué. Ellos parecían tan felices. ¿Por qué yo no lo era en ese momento? Atónita miré al vacío. Todo a mí alrededor perdía su brillo. Una tristeza se apoderaba de mí como una capa de oscuridad que me cubría. ¿Qué era eso? ¿Acaso eran celos? ¿Acaso yo quería estar en el lugar de Aisha? Solo quería irme de aquel lugar, irme lejos, desaparecer, dejar de pensar un segundo. ¿Por qué lo había hecho delante de mí? Si yo ya estaba consciente de su relación, ¿por qué no me esperaba un abrazo tan simple entre ellos? En ese momento no quise responderme mis dudas, ni quería entender nada de lo que sucedía. Solo pensaba huir, lo más lejos posible de Kai.
Aunque no quería aceptarlo, lo había comprendido. ¡Pero no quería reconocerlo por nada del mundo! ¿Por qué precisamente a él? ¿Por qué mi mente me hacía eso?

Como sonámbula salí del edificio dejando mi razón atrás en la fiesta. Crucé la gran avenida en dirección contraria al centro. Solo pensaba en irme lejos, lo más lejos que podía. Realmente en ese momento no pensaba, solo actuaba. Fui impulsada por el deseo de abandonar todo lo que me rodeaba en ese momento. Hui hacia un cerro sin razonar que podría ser peligroso.
Caminé hasta sentirme cansada por subir a toda prisa.

Me senté sobre un trozo de cemento, abrí mis alas negras y me cubrí con ellas. Cerré los ojos y traté de no pensar en nada. ¡Es imposible no pensar en nada! Apreté mi dedo índice contra mi frente enfocando mis ojos hacia el centro, al supuesto tercer ojo. Así mantuve mis pensamientos ocupados.

En medio de la oscuridad escuché un grito de niña y abrí los ojos. Recordé mis alas abiertas y las cerré rápidamente. ¡No debí haber hecho eso! Pero ya era tarde, segundos antes de verlos presentí algo horroroso y un miedo recorrió todo mi cuerpo. Me levanté nerviosa y comencé a correr cerro abajo. Ésta vez eran varios tipos y no dudaron en seguirme. Perseguida por el miedo traté de correr lo más rápido que pude. Siempre he sido muy rápida para correr pero bajar el cerro no era tan fácil, debía tener cuidado con no caer. Doblé a la derecha hacia la carretera donde era algo más plano pero mi plan fracasó cuando descubrí que a la carretera me separaba un muro. Reaccioné de la peor manera abriendo mis alas intentando volar sobre el muro para seguir corriendo por la carretera y ver si podía detener algún vehículo que me salvara. No tenía intención de que más personas me vieran volando. Llegué a la oscura carretera que no estaba muy transitada en ese momento. Seguí corriendo decidiendo si abrir mis alas nuevamente y escapar definitivamente. La última vez había sido una decisión fatal. Miré hacia atrás y me di cuenta que me había alejado bastante de mis perseguidores. Seguí bajando el cerro llegando a los primeros edificios del centro y traté de perderlos entrando a los callejones que se me presentaban. Si seguía dando una vuelta grande por el área del cerro podía llegar hasta el edificio de Kai. En ese momento era lo que más deseaba. Volver allí y estar segura. Pero debía alejarme lo más posible del cerro. Me detuve en una esquina a oír los ruidos a mí alrededor. Todo estaba tranquilo. Confié en esa tranquilidad y seguí  caminando en dirección al mar. Me di cuenta demasiado tarde que había ido directo a los brazos de mi enemigo. Éste me agarró de los brazos emitiendo un silbato que hizo que los demás se acercaran rápidamente a apreciar el espectáculo. Distinguí unos seis hombres a mí alrededor. Estaban alegres pues habían atrapado a su víctima. Con horror descubrí que eran cazadores de arenke cuando uno de ellos, seguramente el líder de la pandilla me exigió que abriera mis alas, lo que obviamente no hice. Sonrió sarcásticamente y ordenó que me alejaran del lugar. Uno de ellos ató un pañuelo ante mis ojos evitando que yo pudiese ver algo. El hombre que me había atrapado me llevó en sus brazos tapándome la boca. Ciega y sin poder dar alarma sentí que me metieron a un vehículo. Sentí un dolor conocido en mis costillas. ¡Nuevamente ese detestable tranquilizante! ¿Acaso siempre los usaban? Y el mundo ante mí desapareció.



* * *