4 de diciembre de 2009

Recuerdos de Antes de Ayer

Un día normal a mediados del siglo XX, Tiria bajaba corriendo por un cerro no muy lejos del pueblo. Regresaba de un paseo aprovechando el calor de la primavera y el aire de campo.

Al pie del cerro se encontró con Lyon, quien le estaba observando hace rato. De la mano fueron el pueblo. Tiempo atrás él le había pedido la mano y ella aceptó. Ahora disfrutaban de su último día de solteros esperando nerviosos el día de la boda. Los dos estaban muy felices prometiéndose mutuamente una vida próspera en amor y felicidad eterna.

Tiria de vez en cuando se quejaba por no sentirse muy bien, que seguramente los mareos se debían a la baja presión.

Al llegar por fían el día esperado, la iglesia se llenó de invitados y maravillosos cánticos celestiales. La pareja estaba preparada. Lyon ya la estaba esperando en el altar.

Tiria llegaba en cada paso más cerca de su meta. El corsé de su vestido le apretaba, pero le fue indiferente en ese momento.

El sacerdote comenzó con sus preguntas. Lyon aceptó todo rápidamente con una gran sonrisa en la cara; aceptó casarse. Llegó el turno de Tiria:

-“¿Aceptas a Lyon como tu esposo....?”

Tiria comenzó a tartamudear, su hermoso y adornado rostro se volvió pálido y sus pupilas fueron cada vez más minúsculas, respiró más ágilmente y comenzó a temblar levemente. Finalmente cayó al suelo.

¿Había sido producto de la presión baja que se mezcló con el nerviosismo y el exceso de emoción? Fue un dolor muy grande para Lyon y los invitados. Pero tenían que aceptar no tenerla más consigo.

En su tumba adornada de flores blancas se sembró la última lágrima. El recuerdo de su persona estuvo por largo tiempo en la memoria de la gente.

-“Nunca te olvidaré

Siempre serás mi nena, nena

Dulce y buena

Nadie la pudo igualar.” Se podía oír en las noches de primavera a Lyon cantar…



Manuscritos inéditos, 2007